sábado, 20 de marzo de 2010

Mensaje directo del Papa a víctimas, abusadores, obispos y superiores


Publicamos íntegramente la traducción de las palabras del Papa a las víctimas de abusos y sus familiares, a los sacerdotes y religiosos que cometieron estos delitos y a los obispos de la Iglesia en Irlanda. Se contienen en su «Carta Pastoral a los fieles irlandeses», recién publicada, para expresar «consternación por los abusos cometidos en jóvenes por parte de representantes de la Iglesia y por el modo en que se afrontaron por los obispos irlandeses y los superiores religiosos». En un tiempo de amargura, Benedicto XVI propone a la Iglesia local un camino de sanación, renovación y reparación.
Marta Lago (Ciudad del Vaticano) - 20-03-10

«A las víctimas de abuso y a sus familias» (n.6)

«Habéis sufrido tremendamente y estoy verdaderamente disgustado por ello. Sé que nada puede borrar el mal que habéis soportado. Ha sido traicionada vuestra confianza, y vuestra dignidad ha sido violada. Muchos de vosotros experimentasteis que, cuando teníais la valentía suficiente de hablar de cuanto os había sucedido, ninguno os escuchaba. Los que de vosotros habéis sufrido abusos en los internados, habéis tenido que percibir que allí no había modo de huir de vuestros sufrimientos. Es comprensible que encontréis difícil perdonar o estar reconciliados con la Iglesia. En su nombre expreso abiertamente la vergüenza y el remordimiento que todos experimentamos. Al mismo tiempo os pido que no perdáis la esperanza. Es en la comunión de la Iglesia donde encontramos a la persona de Jesucristo, Él mismo víctima de injusticia y de pecado. Como vosotros, Él lleva aún las heridas de su padecimiento injusto. Él comprende en profundidad vuestra pena y la persistencia de su efecto en vuestras vidas y en vuestras relaciones con los demás, incluidas vuestras relaciones con la Iglesia. Sé que algunos de vosotros encontráis difícil hasta entrar en una iglesia después de todo lo que ha ocurrido. Sin embargo, las heridas mismas de Cristo, transformadas por sus sufrimientos redentores, son los instrumentos gracias a los cuales el poder del mal se quiebra y renacemos a la vida y a la esperanza. Creo firmemente en el poder sanador de su amor sacrificial –también en la situaciones más oscuras y sin esperanza- que trae la liberación y la promesa de un nuevo comienzo».

«Dirigiéndome a vosotros como pastor, preocupado por el bien de todos los hijos de Dios, os pido con humildad que reflexionéis sobre cuanto os he dicho. Ruego para que, acercándoos a Cristo y participando en la vida de su Iglesia –una Iglesia purificada por la penitencia y renovada en la caridad pastoral-, podáis llegar a redescubrir el infinito amor de Cristo por cada uno de vosotros. Tengo confianza en que, de este modo, podréis encontrar reconciliación, profunda curación interior y paz».

«A los sacerdotes y a los religiosos que han abusado de los jóvenes» (n.7)

«Habéis traicionado la confianza que habían puesto en vosotros jóvenes inocentes y sus padres. Tenéis que responder de ello ante Dios omnipotente, así como ante tribunales debidamente constituidos. Habéis perdido la estima de la gente de Irlanda y arrojado vergüenza y deshonor sobre vuestros hermanos. Aquellos que sois sacerdotes habéis violando la santidad del sacramento del Orden sagrado, en el que Cristo se hace presente en nosotros y en nuestras acciones. Junto al inmenso daño causado a las víctimas, se ha perpetrado un grave perjuicio a la Iglesia y a la percepción pública del sacerdocio y de la vida religiosa».

«Os exhorto a examinar vuestra conciencia, a asumir la responsabilidad de los pecados que habéis cometido y a expresar con humildad vuestro pesar. El arrepentimiento sincero abre la puerta al perdón de Dios y a la gracia de la verdadera corrección. Ofreciendo oraciones y penitencias por aquellos a quienes habéis ofendido, debéis procurar enmendar personalmente vuestras acciones. El sacrificio redentor de Cristo tiene el poder de perdonar hasta el más grave de los pecados y de sacar bien hasta del más terrible de los males. Al mismo tiempo, la justicia de Dios exige que demos cuenta de nuestras acciones sin esconder nada. Reconoced abiertamente vuestra culpa, someteos a las exigencias de la justicia, pero no desesperéis de la misericordia de Dios».

«A mis hermanos obispos» (n.11)

«No se puede negar que algunos de vosotros y de vuestros predecesores habéis faltado, gravemente, en la aplicación de las normas de derecho canónico codificadas desde hace largo tiempo acerca de los crímenes de abusos a jóvenes. Se han cometido serios errores al tratar las acusaciones. Comprendo lo difícil que era captar la extensión y la complejidad del problema, obtener informaciones fiables y tomar decisiones adecuadas a la luz de los consejos divergentes de expertos. A pesar de ello, se debe admitir que se cometieron graves errores de juicio y que se han verificado carencias de gobierno. Todo esto ha minado seriamente vuestra credibilidad y eficacia. Aprecio los esfuerzos que habéis realizado para poner remedio a las equivocaciones del pasado y para garantizar que no se repitan. Además de cumplir plenamente las normas de derecho canónico al afrontar los casos de abuso de jóvenes, seguid cooperando con las autoridades civiles en el ámbito de su competencia. Claramente, los superiores religiosos deben otro tanto. También ellos han participado en recientes encuentros aquí en Roma orientados a establecer una aproximación clara y coherente a estas cuestiones. Es necesario que las normas de la Iglesia en Irlanda para la tutela de los jóvenes se revisen constantemente y se actualicen y que se apliquen plena e imparcialmente en conformidad con el derecho canónico».

«Sólo una acción decidida, que se lleve adelante con plena honestidad y transparencia, podrá recuperar el respeto y la benevolencia de los irlandeses hacia la Iglesia a la que hemos consagrado nuestra vida. Ello debe brotar, ante todo, de vuestro examen respecto a vosotros mismos, de la purificación interior y de la renovación espiritual. La gente de Irlanda justamente espera que seáis hombres de Dios, que seáis santos, que viváis con sencillez, que busquéis cada día la conversión personal. Para ellos, según la expresión de san Agustín, sois obispos; también con ellos estáis llamados a ser seguidores de Cristo (cfr. Sermón 340, 1). Os exhorto, por lo tanto, a renovar vuestro sentido de responsabilidad ante Dios, a crecer en solidaridad con vuestra gente y a hacer más profunda vuestra solicitud pastoral por todos los miembros de vuestra grey. Sed un ejemplo con vuestras propias vidas, sedles cercanos, prestad oído a sus preocupaciones, ofrecedles aliento en este tiempo de dificultad y alimentad la llama de su amor por Cristo y su compromiso en el servicio de sus hermanos y hermanas».

«Asimismo se debe alentar a los laicos a hacer su parte en la vida de la Iglesia. Actuad para que se formen en modo tal que puedan dar razón articulada y convincente del Evangelio en la sociedad moderna (cfr. 1 P 3, 15) y cooperen con mayor plenitud en la vida y en la misión de la Iglesia. Esto, a su vez, os ayudará a volver a ser guías y testigos creíbles de la verdad redentora de Cristo».

TEXTO COMPLETO: www.cope.es 

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