viernes, 13 de noviembre de 2009

Si es lícito matar al niño no nacido, todo está permitido


Bajo el lema “Sensibilización: una sinfonía por la vida”, este fin de semana se han reunido en Zaragoza más de 1.000 congresistas y expertos de 30 países. Al igual que ocurrió en las anteriores convocatorias (Madrid, 2003; Lima, 2005; México D. F., 2007), el congreso ha estado caracterizado por el tono positivo de sus propuestas.

Para Paola Binetti, neuropsiquiatra y diputada italiana del Partido Democrático de centro-izquierda, “el debate sobre el aborto no se limita al Parlamento sino que depende de la cultura; y, en concreto, de la concepción de los derechos”.

“El núcleo de la batalla por la vida está en sustituir la visión del hombre como sujeto de derechos individuales que se realiza a sí mismo, por la responsabilidad social y la ética del cuidado. Lo que nos hace humanos no es la autodeterminación, sino la capacidad de dar y recibir”, proclamó en la rueda de prensa.

“No hay derecho individual sin responsabilidad social, algo que vale tanto para la derecha como para la izquierda. El siglo XX ha sido el siglo de los derechos individuales; el siglo XXI debe ser el de la solidaridad social”.

En la misma línea, el profesor Ignacio Sánchez Cámara insistió en su ponencia en que “hay una apoteosis de los derechos y un olvido de los deberes”. La explicación a este fenómeno habría que buscarla en la “coexistencia, en una misma sociedad, de posiciones filosóficas antagónicas”.

De un lado, estarían las teorías morales que se fundan en una idea errónea de la autonomía del hombre: emotivismo, consecuencialismo, relativismo, hedonismo... De otro, las teorías que descansan en una sólida noción de persona: las éticas clásicas como la aristotélica, la ética cristiana o la ética fenomenológica de los valores.

En esta batalla de las ideas, “la aceptación social del aborto entraña un cambio radical de nuestra concepción del hombre. Por eso, parafraseando a Dostoievsky, podríamos decir: ‘Si es lícito matar al niño no nacido, todo está permitido’”.

El magistrado Carlo Casini, diputado del Parlamento Europeo y presidente del movimiento provida italiano, también insistió en la importancia de la cultura. “Pese a la semejanzas que existían hasta ahora entre la legislación española y portuguesa, el número de abortos es muy distinto. Esto demuestra que, aunque las leyes son importantes, la cultura del país pesa mucho”.

Casini, un político hábil y moderado, terminó su intervención con una recomendación final: “Para ganar la batalla por la vida no basta con condenar. El mensaje en defensa de la vida siempre es inseparable del lenguaje del amor”.

La Declaración de Zaragoza

El IV Congreso Internacional Provida concluyó con el lanzamiento de la Declaración de Zaragoza. Según el sociólogo José Pérez Adán, miembro del Comité Permanente de los Congresos Internacionales Provida, la declaración pretende acabar con “el aura de respetabilidad que tienen todas aquellas personas que se dedican a hacer abortos. Queremos que se den cuenta del rechazo social que genera el aborto en la sociedad y que dejen de hacerlo”.

La Declaración de Zaragoza comienza denunciando las 800 millones de muertes que ha provocado en el mundo la legalización del aborto. También clama contra todos los métodos que eliminan, de forma invisible pero sistemática, a otros tantos millones de seres humanos en sus primeros días.

Entre otras cosas, la Declaración exige “promover soluciones racionales, siempre respetuosas de la vida, para las necesidades humanas”; “hacer respetar toda vida humana desde la concepción hasta su muerte natural”; “punir y eliminar toda práctica abortiva, eugenésica, eutanásica, o que manipule la vida humana”.

Por su parte, los firmantes del documento se comprometen a impulsar alternativas al aborto tales como la adopción, las redes sociales de apoyo a la mujer embarazada, la creación de centros de orientación familiar, etc.

Juan Meseguer Velasco

ACEPRENSA